Mireia, nacida en Barcelona en Noviembre de 1971, cuando “Imagine” de John Lennon copaba las primeras listas de todo el mundo. A mi entender, letra y música sencillamente mágicas. Soy de las que creo en el poder del amor.

Hija de un pianista y compositor, siempre me acompañó la música en mi vida, comprendiendo lo que te hace sentir y adónde te transporta. En especial, para mí han sido relevantes las letras de esas canciones que te cuentan y te llegan. No importa el estilo.

Sensible, romántica, trascendental, pasional y de extremos, recuerdo no saber vivir sin escribir en cualquier trozo de papel alguna idea o pensamiento, alguna frase que liberase el huracán de sentimientos que aprisionaba fuertemente mi corazón. Mi forma de funcionar, mi conversación con la nada y con todo, mi alivio, mi libertad.

La poesía caló desde muy pronto en mi historia, abrazándome su sensibilidad y destreza, tan directa y tan explícita, tan personal y auténtica, tan única. Mi primer amor poético, Pablo Neruda. Por su pasión y sencillez.

Me regalaba mis momentos de poesía a diario, a solas, y probablemente, mi mayor afición fuese lo mejor que sabía hacer, donde disfrutaba desnudando mis sentimientos, materializando mi emoción desbordada, en cada pequeña historia contada con las palabras cuidadosamente escogidas y encajadas.

A los 15 años gané uno de aquellos premios escolares de Sant Jordi. Formaba parte del jurado el rapsoda Antonio Sola, alguien maravilloso con una sensibilidad especial y una voz que te llegaba al alma. Por aquel entonces (1986), durante 3 días a la semana nos deleitaba recitando poesía en su espacio “A solas con Antonio Sola”, en el programa “las tardes de Odette” en la ya desaparecida Cadena Catalana. Y decidió leer mi poema. Recuerdo escuchar lo que yo había escrito en su voz y sentirlo grande. El mejor regalo, su apoyo. Y siempre me pedía más poemas, los leía, se emocionaba, y me repetía: “nunca dejes de escribir poesía”. Sus palabras me han acompañado en horas altas y en horas más bajas. Siempre las he tenido presentes. Y él tenía razón… hoy comprendo su insistencia. Es algo que te salva la vida.

Horas bajas que te empujan…, 41 años, algunas experiencias complicadas, la sensación de que tu vida no es del todo tuya y el convencimiento de atreverme a empezar profesionalmente a ser lo que hago, lo que he hecho siempre, lo que soy y de donde nace. Ya había echado mano anteriormente de mi guitarra para componer la música que de forma instintiva surgía al mismo tiempo que las palabras. Aquello me hacía vibrar todavía más, y hoy es donde me encuentro y me pierdo, donde se llenan las horas convirtiéndose en inagotables, donde siento como surgen las ideas, donde voy hacia alguna parte y donde soy yo.

Mi historia, no tiene más pretensiones que atreverme a encontrar mi lugar. Y tenía que ser ahora, no antes, cuando me estaba conociendo.

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