Sea por lo que sea, venga de donde venga, ha sacudido al mundo. Nos ha sacudido a todos, esta vez. Una fuerte sacudida que remueve por dentro, que nos deja hundidos, atónitos, extraños… que nos hace pensar, entre un cúmulo de información y de sentimientos revueltos.
Pone de manifiesto el valor de las pequeñas cosas, la fortuna de poder disfrutar de algo tan simple y tan enorme como un abrazo, el contacto real. Una sacudida que no me atrevo a decir que merezcamos pero que seguro, necesitábamos. Parar, respirar, sentir el miedo, limpiar, comprender, y aprender.
Y cuando pase el terror, el remedio va a tener que pasar por grandes dosis de generosidad, pero de la de verdad, amor del bueno, del que se nos olvida a menudo en una sociedad demostradamente egoísta y superficial en la que prima el “cómo te ven” al “cómo eres”. Nada va a ser igual después de esto. Ya no lo está siendo. Demasiadas personas no volverán, y otras tantas quedarán vacías sin ellas, en el contexto del absurdo, difícil de engullir y aceptar.
Hoy hay que mirarse de otra forma. El amor es inmortal, y lo es todo. Es prioritario y es lo principal. Y el ritmo que llevamos, sin duda debería ir más acorde a nuestros latidos, que al incesante tic tac del reloj al que seguimos.
¿Qué vamos a hacer con lo que estamos entendiendo? ¿Olvidarlo? Escribo por no olvidar. Vamos a darle sentido a todo esto. Arranquemos.
2 Comentarios
Manu
Tienes razón. Esto va a cambiar a toda esta generación. Para bien o para mal?
Dolo
Era necesario parar y reflexionar aunque nuestro egoísmo nos va hacer pagar un precio muy caro. Espero que sepamos valorar nuevamente lo que realmente es importante y lo que únicamente es material